Especial. – El Vaticano, mediante la instrucción Ad resurgendum cum Christo emitida en 2016 por la Congregación para la Doctrina de la Fe, ha reforzado las normas sobre la cremación y el manejo de las cenizas de los difuntos. Estas medidas incluyen la prohibición de conservar las cenizas en el hogar y su dispersión en la naturaleza, con el objetivo de preservar el respeto y la dignidad de los restos.
Conservación en un lugar sagrado
Según la instrucción del Vaticano, las cenizas deben ser conservadas en un lugar sagrado, como un cementerio, iglesia o espacio específicamente destinado para este fin. Esto garantiza que los restos mortales sean tratados con el debido respeto y según las normas de la fe cristiana. Solo en casos excepcionales y con el permiso de un obispo, se permitirá que las cenizas permanezcan en un hogar.
«La Iglesia insiste en que las cenizas sean depositadas en lugares sagrados para evitar malentendidos doctrinales o prácticas supersticiosas», señala la instrucción.
Prohibición de dispersar las cenizas
El Vaticano prohíbe expresamente la dispersión de las cenizas en la naturaleza, ya sea en el mar, en el aire o en cualquier otro entorno natural. La razón detrás de esta prohibición es evitar interpretaciones incorrectas de la muerte que contravengan la doctrina cristiana, como creencias panteístas o nihilistas.
«Para evitar cualquier malentendido, no se permite dispersar las cenizas en la tierra, el aire o el agua», reafirma el documento aprobado por el Papa Francisco.
Cinerarios comunitarios y conservación parcial
Otra opción autorizada por la Iglesia es la disposición de cinerarios comunitarios. Estos lugares permiten la acumulación de cenizas en un entorno controlado y sagrado, siempre respetando las normas eclesiásticas. Además, la conservación parcial de las cenizas en lugares significativos para el difunto es posible, siempre que se haga con respeto y en condiciones adecuadas, evitando su uso para propósitos no religiosos, como joyería o recuerdos.
Razones detrás de las prohibiciones
Estas directrices responden a la tradición cristiana de respeto a los cuerpos y la creencia en la resurrección. El entierro sigue siendo la forma preferida para los restos de los fieles difuntos, ya que simboliza la fe en la resurrección corporal. Sin embargo, la cremación está permitida, siempre que no contradiga los principios cristianos.
«Enterrar a los fieles difuntos confirma la fe en la resurrección de la carne y subraya la dignidad del cuerpo humano», destaca la Congregación.
Desde 1963, la Iglesia ha permitido la cremación bajo ciertas condiciones. La instrucción de 2016 refuerza y aclara estas normas, subrayando que la cremación no afecta doctrinas fundamentales como la inmortalidad del alma o la resurrección del cuerpo. Sin embargo, se hace hincapié en que las cenizas deben manejarse de manera respetuosa y doctrinalmente correcta.
El Vaticano, a través de estas normas, asegura que las prácticas alrededor de la cremación y las cenizas se ajusten a la doctrina cristiana. Las restricciones buscan evitar cualquier malentendido sobre la muerte y proteger la dignidad de los restos humanos, manteniendo su vínculo con las creencias cristianas sobre la resurrección y la vida eterna.